martes, noviembre 02, 2010

Cuba


He soñado, por tercera vez en los últimos meses, que estaba en Cuba. Esta vez conocí a Fidel Castro y me llevaba de turismo. La verdad, Cuba no era como en los otros dos sueños, esta vez era más real. Vi salir de un coche a dos policías y pensé: Qué miedo, la policía de Cuba no se debe de andar con chiquitas. Suerte que estoy con Fidel. Y Fidel les saludaba, sin mucha pompa. Luego me llevó a las montañas, a una especie de fiesta y me atrajo hasta un lugar solitario. Se me acercaba mucho al hablar y yo pensaba: Mira que si...Y sí, y tanto que sí. Me acercó a su boca y me besó. Me dije: Vaya con Fidel. ¿Y ahora qué hago? También me dije: Hombre, no está mal, lo peor es esta inmensa barba. Si se la cortara un poco quizás podría. No sé si trataba de convencerme por lástima o para no hacer algo con asco. 

Fidel me llevó a un lugar oscuro y él mismo encendió las luces. Al encenderlas resultó ser un bar donde un par o tres de parejas estaban por ahí dándose el lote. También se encendieron las luces de una pequeña barra con un camarero vestido de blanco. Ahí Fidel se abochornaría, me dije, pero no, no le dio la más mínima importancia y volvió a besarme. Al acercarme a su cuerpo (porque cada vez que me besaba tenía que atraerme hacia su boca -yo voluntario no iba-) noté un bulto enorme que arremetía contra mi entrepierna. Pensé: Ya estamos, el clásico pollón cubano. Lo dije con fastidio porque se me antojaba que cuanto más grande más rato tendría que estar yo dándole y quería terminar rápido con eso. El puso cara de pillín, como insinuando que se la cogiera y cumpliera con mi deber. Se la saqué y era horrible. El seguía sonriendo. En fin, como parecía que a Fidel en esee antro tanto le daba ocho que ochenta, en cuanto vino un negro y se la sacó a mi lado cambié la mano de una a otra, tanteando el humor de Fidel y vigilando que no se cabreara. Al sueño no le apeteció que continuara con ese tema y, en seguida, a la que mi mano cabalgó del blanco de Fidel al negro del negro, me cambió de escena donde me encontré recorriendo La Habana en un coche, buscando algo y divisando casas super lujosas que tenían la música muy alta. Las casas lujosas aparecieron después de un barrio medio miserable, medio gris, medio dormido y me dije: Vaya, estos deben de ser los ricos que vienen a Cuba a disfrutar de sus vacaciones.

En otra escena, Fidel estaba confesando a un superior que había caído de nuevo en la tentación de los bosques y en la homosexualidad a destajo, por lo que intuyo que esa escena vetada por mi sueño acabó en orgía con negro, camarero, chaperos del lugar y yo que, esa vez imagino que no querría terminar tan rápido.

¡Cuba ha cambiado tanto desde la última vez que la soñé!

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