viernes, noviembre 05, 2010

El llanto de la sirenita


Se conoce a una persona a través de otra. O nos la trae una circunstancia. A Félix, María Eulalia se la trajo Isolda, una ex bailarina que no soportaba el ruido. Una ex bailarina que ahora se dedicaba por completo a dar clases para corregir las posturas. Cuando veía algún problema en alguien decía que era postural. Si hubiera sido peluquera diría que son por los rizos. Le ponía de muy mal humor, por ejemplo, encontrarse alguien en la calle haciendo footing porque normalmente lo hacía mal. E Isolda se enzarzaba en una perorata interminable sobre cómo correr bien. La gente se piensa que todo es hacer músculo, dice, pero lo más importante es saber caminar. ¿Cómo vas a correr si no has aprendido a caminar antes? O a sentarse, la gente no sabe sentarse. Hace seminarios sobre cómo sentarse y cómo caminar. Imagínate que tienes algo sobre la cabeza, un vaso lleno, y no se te puede derramar una gota. Así se camina, como una sirenita. En su clase, todas saben hacer la sirenita muy bien, aunque no perfectamente. Sentadas en el suelo sobre su esterilla, las rodillas juntas a la izquierda, los pies a la derecha, la espalda recta, los ojos se cierran.

Isolda vive en el edificio donde más ruidos se producen pero aún así la quieren echar. Le gusta Félix pero no es el momento de acostarse con él. Para ella primero es el hogar, después la compañía. Isolda no está mal, tiene un buen cuerpo, pero lo que le interesa a Félix es que le presente a la Maria Eulalia que todavía no conoce.

Félix e Isolda fueron al Gimlet a beber mojitos cubanos. A su lado una pareja de cincuentones se están dando el lote tan cerca de ellos que casi les salpican con sus lenguas. El le magrea los pechos, el abdomen y la entrepierna, que ella protegía cruzando las piernas. Hacia las tres de la madrugada empezaban a cerrar el bar e Isolda se inició en una especie de monólogo acerca de su situación actual. Van a echarla del apartamento ruidoso donde vive y se niega a vivir con sus padres. Sus padres le bautizaron con una de las óperas de Wagner. Después se acordó de una cliente o pacienta que tenía. La clienta sufría de cáncer y le pidió a Isolda que la atendiera. No se sabe si al final Isolda curó a su amiga del cáncer pero al pensar en eso, Isolda lo relacionó con la muerte de su marido por esa misma enfermedad y que ella fue incapaz de curar. Isolda avisó que iba a llorar y estalló en un desconsolado llanto. Félix miró alrededor: el camarero estaba frente a ellos esperando a que Isolda terminara de llorar para implorarles que marcharan. Cuesta interrumpir el dolor. En los altavoces sonaba un aria de ópera interpretada por el tiple de una soprano y la pareja de al lado trataba de deshacere con sus lenguas un nudo imposible. La escena le sugirió a Félix el final de una película en la que, justo antes de aparecer desde abajo y lentamente los títulos de crédito, Isolda levanta la cabeza y enseña sin mensaje su cara bañada en lágrimas.

María Eulalia caminaba con el método de Isolda, se sentaba con el método de Isolda y follaba como una profesional. Por eso Zdenko se enamoró de ella. Por eso también Isolda se entendió con Maria Eulalia. Las dos se acurrucaban en la cama después del orgasmo y en la escalera de Isolda no se oía más que ruido. Un ruido que se había ido acrecentando a medida de que Isolda era consciente de que no bailaría nunca más. Ruido que se fue acrecentando a medida que se vio condenada a sus malditas clases.

María Eulalia también la había visto llorar. Isolda lloraba antes de follar.

Después del Gimlet fueron a casa de Isolda y ella se entregó a Félix.

1 Comentarios:

Blogger matrioska_verde dijo...

una buena concatención de sucesos, hasta llegar al final irremediable.

biquiños,

9:24 a. m.  

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