viernes, noviembre 26, 2010

Magia, luces y acción

Bernie Randall tiene ya setenta años. Cuando la tía Albertina muere, Bernie se presenta en su casa (calle Saint Nicholas, centro de Harlem) para robarle las pelucas. Es lo único que quiere de ella porque hace shows de drag queen con palomas y un caniche. Los hacía desaparecer en el escenario. Un día se dejó al perro en el coche y ya era tarde para ir a buscarlo. Empezó el show sin él y cuando en el escenario hizo desaparecer a las palomas, el perro también desapareció del coche. Eso sucedió en California, en invierno. En verano no hace shows porque suda mucho, se le corre el maquillaje y le resbalan las pelucas.
La china Musmé hacía el show de china tradicional con trencitas en el Tijuana Cat de Nueva York. Se rumoreaba que era china de verdad pero no del centro de China, más bien de los alrededores.
El que hace las conexiones para los shows se llama Panicol. Estaba casado con un judío de Miami, un médico retirado que  vivía en un duplex. El judío le había regalado a Panicol un descapotable rojo, una guitarra eléctrica, una manta de masajes, le había tramitado la residencia y le había convencido de que para vivir era necesario trabajar, más que nada se lo decía para que se sintiera realizado como a él le realizó el mundo de la medicina.
Aquel día, Panicol cayó en una profunda depresión. Llamó a Bernie Randall y le contó lo sucedido. Bernie Randall habló seriamente con el judío y le dijo que nunca más se le ocurriera romper el corazón de Panicol. Así empezó todo. 
A la noche siguiente, caminando sin rumbo por las calles de Miami, la Panicol conoció a la china Musmé, borracha, tirada en el suelo y cantando una canción de Judy Garland. Lo vió claro. Se le ocurrió representarla, ese sería su trabajo.
Llegó a casa todo contento y le comunicó la noticia al médico judío que se llenó también de gozo. Los amigos ya habían empezado a rumorear sobre su relación y no quería que vieran a su amante como un chulo. Ahora con un trabajo todo cambiaría, a pesar de que se le fuera media fortuna en los gastos que suponía la representación de sus amigas.

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