La dentista piloto

En la cama, dando vueltas, me he acordado de algo. Mi dentista es una mujer muy varonil. Una vez, para arrancarme la muela apoyó el pie en la base del sillón donde yo estaba sentado, como punto de apoyo.

Además de varonil, mi dentista es psicóloga infantil y piloto de avionetas. La verdad es que no parece dentista porque cuando ríe se le ven los incisivos muy separados. Si fuera una mujer entregada a su profesión se habría rellenado ese hueco con algo o simplemente reiría menos.

Cuando empecé a ir a su consulta, al ver que yo tenía miedo, trató de calmarme usando trucos que ya habría utilizado con niños. Yo tenía las manos fuertemente agarradas a mi cinturón. Mi cuerpo estaba rígido como un féretro a la deriva.

- Ahora, antes de la inyección, te voy a rociar la encía con una anestesia. La anestesia de la anestesia. Tiene sabor a plátano.

La ayudante pasó por mi encía un algodón impregnado con un líquido.

- Pruébalo. ¿A que sabe a plátano?

Sí, sabía a plátano.

Entonces me puso la inyección. Me dolió igual pero de un modo más afrutado.

Se me ocurrió que si usó sus estudios para ponerme el sabor de plátano, también hubiera podido después colocarme un paracaidas.