Francit deshumanizada

Francit se ha convertido en una atracción turística. Oswald y yo vamos a visitarla a su casa con el mismo ánimo con que las ninfas oceánicas se reunían en coro alrededor de Prometeo encadenado.
Hace poco que se cambió de sexo. Pasó de ser hombre a no ser nada. Ella o Ello lo sabe y la única solución que le ve es la de aparentar el género que pretendía emulando los rasgos de la mujer.
Se hizo un maquillaje permanente en la Avenida Roosevelt, toma hormonas para el crecimiento de los pechos, se depila el cuerpo a conciencia y, hace poco, se cambió los labios insulsos por unos caribeños. Desde la operación que le gusta mucho el gesto ese de besar de lejos, como lo hizo Marilyn en algunas fotos. Pero le han estirado tanto la piel que cuando pone los labios en punta parece que se le vaya a agrietar la nuca.
Su sonrisa es también muy particular. Al tener los labios rellenos de silicona no la puede controlar porque los nervios de los labios, al tener interrumpida su ruta por la silicona, se encuentran en una posición parecida al de una nave que, de pronto, atraviesa la atmósfera y parece flotar inerte en el negro, sin ningún tipo de comunicación aparente y que no puede ser controlada por una supuesta base en la Tierra.
Francit navega por su cara sin tener la certeza absoluta de estar riendo bien o mal. Ella lo intenta recurriendo al recuerdo de esos músculos que antes movía para dibujar su sonrisa pero sabe que le puede salir cualquier cosa, desde una sonrisa a un pastel de arándanos.
Algunos cuerpos muy tratados, tanto por el levantamiento de pesas como por la cirugía plástica, parecen haber secuestrado a la persona que anteriormente lo poseía. Por muy libre que Francit fuera, uno siempre tenía la sensación de irla a ver a presidio, y nosotros le ofrecíamos nuestras sonrisas humanas y verdaderas mientras ella representaba para nosotros los nuevos gestos de su reciente feminidad.