La insatisfacción de Mo

Mo y Ma vinieron de Varsovia a visitarme. Mo era una buena actriz y Mo un mal actor. Los dos estaban intentando hacerse un hueco en la escena teatral polaca. Mientras tanto, los domingos vendían libros usados en el mercado de Dziesieciolecia, junto al estadio.

El padre de Ma ganó la lotería y le dió una buena cantidad de dinero a cada hijo. Ma era uno de ellos.

Mo y Ma compraron una casa en las montañas pero después el paisaje desolador y su ubicación en medio de la nada les causaba cierto malestar.

Mo se sentía estresado porque su madre había muerto hacía unos años y no lograba recuperarse. Ma estaba estresada porque desde mucho antes de ese fallecimiento no tenían sexo. Las montañas, mientras tanto, se iban estrechando. Y con ellas la casa sufría.

Vinieron a visitarme a Nueva York y busca de un poco de paz.

La verdad salió a la luz al tercer día, durante una cena.

Mo: Cariño, si no me follas pronto acabará haciéndolo cualquier perro de la calle.

Mo era alta y todo eso. Podría conquistar a cualquiera en cualquier momento.

Ma se sintió algo avergonzado por sus palabras y en principio no dijo nada. Todos esperábamos una respuesta, incluída su compañera Mo que le miraba interrogativa y en celo.

Mo: ¿Por qué no me follas, cariño?

La pregunta parecía en sí tan natural que, en menos de dos minutos, todos le estábamos preguntando lo mismo.

Todos: Eso, ¿por qué no te follas a Mo?

Se hizo un intenso silencio, espeso y turbio como un mar de aceite. Al final contestó.

Ma: No puedo follármela porque cuando lo hago veo sombras.

Mo: ¿Sombras? ¿Has dicho...sombras?...¿Cariño, qué quieres decir?

Entonces todos continuamos comiendo.