jueves, abril 07, 2011

El piano de Gertruda


A los cuarenta años, nuestra vecina Gertruda Kucharski decidió hacer la carrera de piano. Nací cuando se matriculó por primera vez en el departamento de Teoría de la música en la Academia Tchaikovsky de Varsovia, y crecí escuchándola aporrear el piano a través del fino muro que separaba mi habitación de su cuarto de música, que era, a su vez, el cuarto del llanto. Me producía cierta tristeza oirla y me deprimía si se equivocaba y tenía que volver a empezar porque cuando tocaba soñaba, enmendaba su vida, se le nublaba la vista y al equivocarse regresaba a la realidad. Sus recuerdos eran tan amargos que cuando hablaba con mi madre en el rellano de la escalera y sonreía parecía que le venían arcadas. Los estados anímicos no podemos ocultarlos. No tenemos lugar donde recluirlos.

Hace años, Gertruda se enamoró de un hombre. Estaba segura de que era el hombre de su vida. No importaba lo mezquino que pudiera parecer, ni siquiera importaban sus ideales políticos. Era el hombre de su vida y punto. Para el hombre, Gertruda no era más que otra mujer, sustituible por cualquier otra.

Delante del espejo, Gertrude, empezó a ensayar posturas que copiaba de los libros de moda, gestos que había visto en las películas de Marilyn Monroe, Greta Garbo o Marlene Dietrich. Debía modular su voz, la sensualidad y la dulzura tenían que emerger de su garganta como un susurro. El sonido de su voz tenía que formar una nube que envolviera al macho, arrastrando las últimas vocales, parpadeando un poco más rápido, ladeando la cabeza que acompañaba por una leve y prolongada sonrisa. Ensayaba su dicción con el cuidado de no abusar de los sonidos guturales. Las palatales acompañaban más la afectación femenina de una insinuación. Era necesario que cada frase terminara pausadamente, como si fuera un último suspiro, que cada palabra cobrara vida propia y que pareciese casi una garantía de orgasmo. Digamos que Gertruda se formó en el arte de seducir a Julek. Hasta que lo consiguió.

Julek había estado en la División Azul y había comido gatos en Siberia. Tenía apenas diecinueve años cuando se alistó en el ejército alemán. Sus padres se lo prohibieron pero él se escapó por la ventana del lavabo, cruzó el campo, se adentró en la ciudad y se alistó. Nunca le gustaron los rusos aunque, en realidad, lo que quería Julek era irse de casa, llevar un fusil, luchar por una causa. Gertrude vino mucho después de la guerra. Un día se acostó con ella porque no había otra mujer en veinte kilómetros a la redonda. Julek no amaba a Gertrude pero Gertrude sí amaba a Julek y así fue cómo se quedó embarazada. Ella pensó que el embarzo desembocaría irremediablemente en boda pero no, desembocó en Caracas, adonde Julek huyó por la puerta principal.

Gertruda no pensaba pasar ese suplicio sola. Si él quería vivir en Caracas ella le acompañaría. Una vez con el pequeño Julek en sus entrañas no pensaba renunciar al sueño de tener su propia familia. Compró un billete, le buscó por toda la ciudad suspirando por las esquinas, sorteando a veces los peligros de la noche, las drogas y algún que otro cabaret.

Cómo Gertruda encontró a Julek es un misterio, pero le encontró y cuando lo hizo él no quiso saber nada de ella, pero ella se arrodilló, se arrastró por el suelo como Sofía Loren en Dos mujeres, le rogó por el bien de su futuro hijo. Julek le pateó el estómago, la escupió, le agarró de los pelos y la arrastró por la casa, insultándola, amenazándola con la muerte. Y cuanto más violento se ponía, más dulzura y comprensión demostraba Gertruda. ¿Amaba demasiado a Julek o se quería demasiado poco a sí misma? ¿Por qué oía en su cabeza, una y otra vez, los violines de Mendelssohn?

Pasaron los días. Gertruda no pensaba abandonar la casa, Julek se cansó de maltratarla y, al final, como no había ninguna otra mujer en varios kilómetros a la redonda, decidió quererla un poco. Al fin y al cabo era atenta, le adoraba, era una sirvienta perfecta y sería la madre de su hijo, al que además, quería ponerle su mismo nombre. Se casaron en Varsovia después del nacimiento del pequeño Julek, mi vecino, con el que me pasaba horas en el balcón hablando de música y escupiendo huesos de oliva a las alturas.

El pequeño Julek, que no era tan pequeño cuando le conocí, me dijo que nació en Venezuela y que su padre había comido gatos en Siberia. En su día no entendí cómo alguien que vivía en Varsovia podía ser venezolano. En realidad a él no le importaba nada Venezuela. Es más, ni siquiera se acordaba de Caracas. Todo lo que podía recordar se limitaba a cuatro fotos de playas con cocoteros que encontró en una enciclopedia donde se visualizaba naciendo.

Un día mi madre me envió a casa de Gertruda porque ella tenía que estar todo el día ausente. Yo tendría unos seis años, el pelo rubio y apenas sabía nada del amor, del sufrimiento, del piano...Gertruda se pasó horas acariciándome la cabeza y, después, interpretó para mí la Fantasía Impromptu de Chopin. Yo me senté en un rincón, la veía llorar de perfil mientras tocaba. Parecía diferente de la mujer que me imaginaba llorando a través del tabique de mi cuarto. No sentí lástima, ni ternura, sólo horror. Horror de aquellos dedos que interpretaban su desesperación o impotencia, de aquellas piernas de rodillas deformes que habían recorrido las calles de Caracas, de esos ojos que de tanto llorar les habían salido escamas.

Mi madre regresó horas después, no tanto a aliviarme como a llevarme de un martirio a otro. En mi familia también palpitaba un pasado.

Recorrí el pasillo hasta mi cuarto, cerré la puerta, abrí el balcón, me asoné al balcón del pequeño Julek, que ya no era tan pequeño, para que saliera también y hablamos hasta las dos de la madrugada de cosas sin trascendencia.

Por la noche soñé que Julek padre golpeaba a Gertruda, ella caía al suelo suplicando y cuando se encontraba gateando hacia la puerta, Julek se le acercó y le pisó los dedos, haciéndolos crujir como una galleta.

Y toda la música del mundo se apagó.

37 Comentarios:

Blogger Winnie dijo...

¡Qué triste Romek! Pero me encanta cómo lo has contado.... Mi madre tocaba el piano....la música es un refugio muchas veces...Un beso

12:00 p. m.  
Blogger galmar dijo...

Fue el hombre de su mala vida, la buena, se quedó escrita, y olvidada, en un cajón,
Un besooo

12:18 p. m.  
Blogger Parmenio dijo...

Buffff que duro final. Cuantas vidas hay oscuras a nuestro alrededor sin que sospechemos realmente lo que ocurre cuando se cierran las puertas. Cuantas Gertrudas hay por el mundo. Pero lo que realmente me da miedo son los pequeños Julek. Esos son terroríficos.

Un beso (mirando a mi alrededor)

12:35 p. m.  
Blogger Verónica Calvo dijo...

Un estupendo relato, Romek, qué lástima que no sea ficción. Hay tantas mujeres que viven esto como Julek padres y Julek hijos.
Por cierto, en un comentario me dejaste que lo mismo existía eso de la conciencia colectiva o algo así porque habías leído algo parecido en otro sitio. Bueno, yo te dejo un enlace, si quieres y te apetece, lo miras.

Un beso (qué buen relato, coño!!!)

http://anandanilayan.blogspot.com/2010/06/gertrudis-van-pulgis.html

1:22 p. m.  
Blogger labertolutxi dijo...

Buen relato, muy conmovedor. Creo que cuando oiga un piano a través de una pared pensaré en Gertruda.


Besos.

1:38 p. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

Muchas gracias, Winnie. Sí, la música va bien pero prueba a tener a una estudiante de piano como vecina jejeje. Besos.
Plinn, hay personas que no quieren la buena vida. Ella podría no haberse ido a Caracas. Claro que ahora no sabría tocar el piano.
Parmie, los pequeños Juleks jejej. Un beso
Gracias, ananda. Todo lo que se escribe se convierte en ficción. O, para decirlo con otras palabras: todo es polonizable :) Un besazo, te dejé el comentario en tu link.

2:40 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Pobre mujer! Si lo amaba demasiado o ella no se queria mucho , da igual !
Su vida era una mierda!
Qué triste!
Un beso Romeck :)

2:41 p. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

Claudia, si supieras que cuando lo estaba escribiendo hoy pensaba: uy, Claudia me va a decir de todo. Y como me gusta llevar la contraria, llevado por ese temor, me inspiró ese final jejej. Un beso.

2:41 p. m.  
Anonymous Miguel Ángel de Móstoles dijo...

Estoy de pié aplaudiendo, ¡y no es coña!

2:43 p. m.  
Blogger Diego A. Tejada Gamboa dijo...

UY! que desgarro mas grande mi Romek, me ha conmovido hasta los huesos, pobre Gertruda. Me has hecho imaginar cada escena de una manera increíble.

Besos.-

3:51 p. m.  
Blogger GAVIOTA dijo...

Gertruda fue sin lugar a dudas una mujer que lucho por lo que querìa, asì le valiera el maltrato y el desamor. Ella obtuvo lo que quiso, ese hombre fue su sueño y lo hizo realidad, aunque en ello le fueran sus dedos.
Prefiero verlo asì y no como que ella no se quería.
Saludos!

5:42 p. m.  
Blogger La Lola dijo...

Es más real de lo que parece, ya sea en Varsovia, Venezuela o Tombuctú¡¡¡ Desde la perspectiva novelesca con la que lo cuentas resulta igual de duro que cuando es real.
Me ha removido por dentro.
Un gran abrazo

9:42 p. m.  
Blogger ✙Eurice✙ dijo...

Este relato es como una realidad que se te escapa de las
manos , tiene ese poso de tristeza con cierta ternura que te desgarra el alma, es como si las teclas del piano se transformaran en un estilette y te desgarra con cada palabra y ves como pasa con cada nota del piano la vida de la pobre Gertrud.
Me ha encantado, por cierto este tema de Chopin es uno de mis favoritos, al principio de los tiempos de mi blog, era la música que sonaba en el desván, quizá mañana vuelva a sonar
Te has ganado un beso sonoro polaco y con mayusculas SIGUES SIENDO EL PUTO AMO .

9:45 p. m.  
Blogger balamgo dijo...

Aunque algunas veces los escritos tengan algo de surrealista y absurdos, los leo, me gustan y soy un incondicional de ellos.
Saludos.

9:59 p. m.  
Blogger laisladelaquietud dijo...

A lo mejor algunos de tus personajes les vendría muy bien, visitar el Pijaral. :)
Saludos.

10:01 p. m.  
Blogger El Drac dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

10:09 p. m.  
Blogger JFL dijo...

Es una historia preciosa y estupendamente contada. Se puede tocar, oler, escuchar ... Perfecta. Voy a volver a leerla...

10:22 p. m.  
Blogger El Drac dijo...

Buen relato. Inobjetablemente cuando sabemos alguna historia la asumimos desde nuestra esquina; más si somos niños, y poco sabemos de la maraña de sentimientos de cada una de las personas que nos rodean; por ello estamos excentos de culpa. Un abrazo

10:52 p. m.  
Blogger la MaLquEridA dijo...

Una historia desgarradora la de Gertruda indudablemente, no me la imagino aporreando el piano y llorando su desventura.



Saludos.

1:07 a. m.  
Blogger elprimersilencio dijo...

wow. me has conmovido, con una mujer que ha trascendido el relato, para transformarse en una de tantas aquellas que guardan secretos dolorosos. me inclino ante tu talento. felicidades

4:38 a. m.  
Blogger Merche Pallarés dijo...

Excelente relato pero..., no comment. Besotes, M.

7:33 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Me indigna cuando, tras el asesinato de alguna mujer por malos tratos, salen todas las vecinas en el TELEDIARIO diciendo: "¡Si ya lo veíamos venir, se escuchaban siempre unas peleas, unas voces y unos gritos terribles!" y yo siempre me pregunto: "¡Hijas de puta, por qué no lo denunciastéis en su día antes de salir, ahora, en el TELEDIARIO, después de pasar por la peluquería para salir bien guapas!"... Yo no sé en Varsovia, pero aquí, en España, lo hacemos todo siempre mal y tarde... alguien debió denunciar a los municipales a Gertrude cuando ensayaba con el piano, por molestar, ese piano tuvo la culpa de todo... por darle alas para intentar vivir la vida que se había montado en su cabeza... si hubiese sido una solterona silenciosa, haciendo ganchillo en silencio, nunca hubiese caído en las redes de Julek....

8:49 a. m.  
Blogger Cris dijo...

Qué angustia. Además, me imagino cómo sonaba ese piano. Debía sonar parecido a las canciones que compuso alguien que conozco... en una época muy rara de su vida recién llegado a un país extranjero.

Besitos...

2:48 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Tengo casi cincuenta años y es una de las historias mas bonitas que he leido.
Gracias por el momento que me has hecho sentir.

4:42 p. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios :)
Anónimo, agradezco que hayas dejado unas palabras. No sé si eres el anónimo del otro día, pero bueno, se agradece igual. Un abrazo

6:20 p. m.  
Blogger Bee Borjas dijo...

Ultima!!!! Hola my king! He estado con el ordenador en el tècnico y recièn hoy me estoy poniesno al día! Como buena súbdita de tu reino, he venido primero aquí... Hummmmm... Estoy hecha una Gertruda cualquiera (Lo digo por mi incondicionalidad, eh?) Al grano. Merde que escribes de la hostia! Me impresiona cuando aparece el latiguillo "y como era la única mujer a la redonda" Estas historias son descojonantes! Insisto: TE QUIEROOOOOO!!! Besos milord!

7:03 p. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

jejej gracias, Bee, hermosa. Un besazo

8:12 p. m.  
Blogger Joe dijo...

La musica nos da esa sensacion de refugio...de paz. Venga de donde vega...sea de un cuarto contiguo, de la radio o de nosotros mismo.
Un beso Romek.

8:31 p. m.  
Blogger Antony Sampayo dijo...

Te sobraste con este relato, Romek. Plasmaste tan perfectamente la historia que me dejaste un nudo en la garganta; con la pobre Gertrude implorando amor para solo recibirlo por obligación y con golpes de por medio. A veces, pienso, un hijo no basta para sacrificadero toda una vida.

Abrazos.

9:45 p. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

No, la verdad es que no vale la pena, Antony. No sé si todavìa sigue amando a su marido pero lo cierto es que sigue con él y la vida le ha impreso en la cara ese rictus de la desgracia tan profundo que sólo con verla uno piensa que va a ponerse a llorar.
Gracias, Antony, un abrazo

10:12 p. m.  
Blogger Thiago dijo...

Lo que yo no entiendo es la capacidad que tenía el tal Julek para encontrarse siempre en el mismo punto sin mujeres en veinte kilómetros a la redonda. Este tío es un gay armarizado, pq ya es dificil encontrar un punto en que no se puede encontrar una mujer en un espacio tan grande, y en Suiza incluso, es dificil no encontrar una vaca, jajaaj

Pero cari, tu relato tan descarnado - me ha dado friolera leer lo de la División Azul, creo que en Madrid en la mani de mañana de la ultra derecha ya apuntan para la siguiente edición de esa división- y tan sórdido. Solo los ecos de Mendelssohn y Chopin ponen un poco de dulzura en esta historia, pues no puedo imaginar nada mas cruel que machacarle los dedos a un pianista, por muy mal que toque.


Bezos.

11:42 p. m.  
Blogger Z dijo...

Jo Romek, qué bonito. Y qué triste final, con lo que me encantan. Ahora, que no entiendo una cosa, cómo puede alguien visualizarse naciendo en una enciclopedia, jajajaja con lo que la iba a llenar de restos biológicos, jajajajjaa.

Fuera bromas, es una pasada. En serio :D

2:00 a. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

Thiago, las personas están alrededor, sí, pero no siempre están disponibles. A veces no lo están nunca. Yo vivo en una ciudad grande y tampoco hay nadie, no sólo a quince kilómetros, sino a mucho más, ve contando.
Gracias, Z. No entendí eso de nacer en una enciclopedia, ¿qué quieres decir? Cada vez que me dejas un comentario me dejas pensando mucho rato, pillín jejej

11:06 a. m.  
Blogger Abela dijo...

Muy bueno, muy bueno,y real muy real....
Eres un maestro con las palabras....Besotes

11:36 p. m.  
Blogger Melvin dijo...

¿Por qué hay personas que despiertan con tanta intensidad el sentimiento de ternura y protección? A veces me pasa. Y abrazaría hasta la asfixia... Como a Gertruda. La delicadeza de su cuerpo y su mirada es casi corpórea. Quisiera abrazarla ahora, me he sentido al otro lado de la pared, escuchando... Gracias.

10:45 a. m.  
Blogger Romek Dubczek dijo...

Gracias, Abela y Melvin :) Besos

1:17 p. m.  
Blogger Pimpf dijo...

Y a la pobre Gertruda no le quedó más que llorar sin el piano, pues vaya mierda de vida, es como si a mi me quitasen el blog, o mucho peor incluso.

Este es uno de los posts que me había saltado por mi incapacidad para leerlo... jajaja, que tremendo es el sueño.

bicos Ricos

11:50 a. m.  

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