- Me gustaría que no nos viéramos más, hay cosas que no encajan.
- ¿No te gustaron las flores, es eso?
- No lo entiendes, no es que no me gusten las flores. La naturaleza está bien. Es el gesto de mandármelas, no encaja.
- A una mujer guapa un hombre le manda flores, ¿qué hay de malo?
- Soy una prostituta y las flores definen sentimientos.
- Por eso las mandé.
- Y por eso es mejor que no vengas más.
- Te pago lo que me pides.
- Pero no te pido flores.
- ¿Qué me pides?
- Dinero.
- Te doy dinero y, además, flores. Todo el mundo quiere ser querido.
- A mí el amor me importa un comino, lo que quiero es dinero.
- Yo te pago una hora, hacemos el amor y te doy cariño.
- No hacemos el amor, follamos. Y tus caricias me producen náuseas. Eres un tipo asqueroso de músculos blandos y piel flácida.
- Me las puedes cobrar aparte.
- Una cosa es el amor y otra el sexo. Yo cobro por el sexo y el amor lo dejo para mi vida privada.
- Pero si tu vida privada la alquilas, ¿que otra vida te queda?
- Tengo otra vida privada.
- ¿Hay varias?
- Hay dos, la que tu compras y la que no está en venta.
- ¿Qué más privado hay que tenerte desnuda con las piernas abiertas y hacerte mía?
- Mira, este es mi oficio. Ni siquiera entra dentro de mi oficio el dar explicaciones.
- No, no, no quiero que me las des. Lo de las flores...sí, tiene una explicación.
- No me interesa la explicación, sólo quiero que dejes de enviarmelas. Y menos aquí. Las flores aquí mueren. No hay vegetación en este lugar.
- Te la voy a dar igualmente porque me quedan diez minutos y después de los diez minutos te apagas como una máquina de los salones recreativos.
- ...
- El otro día, cuando estaba dentro de ti...
- Detesto los eufemismos. Nadie "entra" dentro de mí, simplemente "me follan"
- Me resulta difícil hablarte en esos términos. Para mí no existe el sexo sin amor.
- ¿Por eso tienes que pretender que me quieres? Debería cobrarte el doble. Si la gasolina sube, los chochos también.
- Chocho...está bien, ¿puedo contarte eso?
- ¿El qué?
- Te quedan...ocho minutos, luego me apago, sí.
- El otro día cuando te estaba...penetrando te miré a la cara. No fingías y en cierto momento nos miramos a los ojos y me hiciste un guiño.
- Me entraría una broza.
- Era un guiño especial, como si diciendo...
- Ya estamos con las interpretaciones. Se acabó el tiempo, págame que está por entrar el siguiente.
- Toma, cobra los cincuenta.
- ¿Un billete de cien? Yo no tengo cambio.
- ¿No tienes cambio de cien?
- No, no soy una cajera del supermercado.
- Es todo lo que tengo.
- Ve a la tienda de abajo a cambiar.
- Es una floristería, para que me cambien tendría que comprar aunque fuera una rosa.
- Pues ve al bar de la esquina.
- He ido antes y no quieren darme. Quédatelo y así he pagado la próxima.
- ¿La próxima qué?
- La próxima...¿follada?
- Te dije que no quiero verte más.
- Pues es o eso o la rosa.
- Ve pues a por la rosa.
- Así cuando lo estés haciendo con ese Próximo pensarás en mí.
- La rosa morirá porque aquí todo muere de asco. Tú me das asco y el amor también me da asco.
- Voy a por la rosa, todavía me quedan tres minutos: dos para bajar a por ella y uno para besarte por última vez.
- ¿Cómo puedes amar a quien no te quiere?
- El amor no debería pedir nada a cambio.
- Yo lo pido.
- ¿Lo ves? He pagado por tu amor.
- No me enredes de nuevo con tus palabras pegajosas. También me da asco el lenguaje, la literatura y...y todo.
- Hagamos un trato. Si la rosa no muere te vienes conmigo.
- ¿Adónde voy a ir contigo?
- ¡A Montenegro!
- Bueno, vete a por cambio o no te llevarás ni ese maldito beso.
- Está bien...te quiero.
- Te odio.
- Está bien.